“Bendito sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos
bendijo, con toda bendición espiritual en los Cielos; por cuanto que en Él nos
eligió, antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e
inmaculados, ante Él en Caridad, y nos predestinó a la adopción de hijos suyos
por Jesucristo, conforme al beneplácito de su Voluntad, para la alabanza del
esplendor de su Gracia, que nos otorgó gratuitamente en el Amado, en quien
tenemos la redención por su Sangre, la remisión de los pecados, según las
riquezas de su Gracia, que superabundantemente, derramó sobre nosotros, toda
sabiduría y prudencia, dándonos a conocer, el misterio de su Voluntad, conforme
a su beneplácito, que se propuso en Él, para realizarlo, al cumplirse los tiempos,
recapitulando todas las cosas en Cristo, las del Cielo y las de la tierra; en
Él, en quien hemos sido declarados herederos, predestinados según el propósito
de aquel, que hace todas las cosas, conforme al consejo de su Voluntad”.
(Ef 1, 3-11).
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