“El Padre nos libró del poder de las tinieblas, y nos trasladó al reino del
Hijo de su amor, en quien tenemos la redención y la remisión de los pecados;
que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en Él
fueron creadas todas las cosas del Cielo y de la tierra, las visibles y las
invisibles; los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo
fue creado por Él y para Él. Él es antes que todo, y todo subsiste en Él. Él es
la cabeza del cuerpo de la Iglesia; Él es el principio, el primogénito de los
muertos, para que tenga la primacía, sobre todas las cosas. Y ruego al Padre,
que en Él habitase toda la plenitud, y por Él reconciliar consigo, todas las
cosas en Él, pacificando con la Sangre de su Cruz, así las de la tierra, como
las del Cielo”.
(Col 1, 13-20).
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